Ella está en el horizonte. Camino dos pasos y ella se aleja. Nunca deja que la alcance. ¿Para qué sirve, entonces, la utopía?...para caminar.

martes, 24 de marzo de 2009

Derecho al delirio

Sabio y maravilloso Eduardo Galeano

sábado, 21 de marzo de 2009

Sigo siendo esa niña

Recuerdo este día, varios años atrás, con tarta, chocolate y velas. Hoy he tenido chocolate, aunque he echado de menos la tarta y soplar las velas para pedir un deseo imposible. La tecnología me invade; setenta amigos me felicitaban vía tuenti, otros más tradicionales llamaban por teléfono.
En el fondo, sólo es un día más; una excusa para reunirme con la gente que quiero para pasarlo bien.
Sin embargo, dentro de mí algo se remueve. Hace nada y menos tenía quince años, estudiaba en el instituto y me enamoraba por primera vez. Hace nada y menos me enfrentaba con la selectividad y, peor aún, con la difícil decisión de elegir qué quería hacer con mi vida. Hace poco celebraba mi mayoría de edad, ya podía ir a la cárcel.
Hoy, para variar un poco, quiero celebrar que vivo, que estoy aquí, soy testigo, cómplice, protagonista, víctima, habitante...proyecto de muchas cosas, ser humano. Nunca está de más resaltar el pequeño detalle de que el tiempo vuela, y yo con él.

jueves, 12 de marzo de 2009

Distancia


La distancia es humo. Densa, infame, gris, también efímera. La distancia no es más que un camino: corto o largo, a veces, simplemente depende del destino. Temo, y no sé muy bien por qué, hacer eterna la distancia; cambiar el sendero, tomar atajos. A veces cuesta mucho llegar al final del trayecto, pero merece la pena recorrer esos kilómetros, esos metros, esas calles, si encuentras alguien con quien compartir tiempo y sueños sea tan natural como los miedos.
Es muy fácil crear acantilados, elevar la colina y convertirla en Himalaya.
Estoy al otro lado del humo, y la certeza de que tú estás me hace sentir que entre nosotros, mientras haya confianza y cariño, nunca habrá distancia.

domingo, 8 de marzo de 2009

Baño de luz

Era toda piel. Toda mi corta vida buscando la luz para encontrarla un domingo de marzo trepándome por las piernas. El sol me acariciaba y yo, sin oponer resistencia, simplemente cerré los ojos. Es curioso como cuando dejas tu mente en blanco, los recuerdos saltan del inconsciente, a veces mezclados con imágenes que no puedes saber si pertenecen a la realidad.
Recuerdos dulces, nostalgia del verano, música de fondo, letras, poesía, risas.
Conmovida por el regalo de esos veintimuchos grados mañaneros, me sentí afortunada y feliz por estar disfrutando del baño de sol sin ni siquiera esperarlo. Afortunada pensé que sería justo una especie de reencarnación; todos los seres humanos deberían poder estirar las piernas en una pequeña terraza para olvidarlo todo, por pocos segundos que fueran, ante la visita del grandioso espectáculo del sol eclipsando el cielo.
Sólo hay una cosa que pueda superar a todos los rayos de la gran estrella y, paradójicamente, también es un baño de luz.
Aunque ante ese baño todo queda reducido a un corazón.