Ella está en el horizonte. Camino dos pasos y ella se aleja. Nunca deja que la alcance. ¿Para qué sirve, entonces, la utopía?...para caminar.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Crecer


Creo que siempre he estado obsesionada con crecer; no sólo con alejarme de ese metro sesenta y poco que me elevo, sino de ir mucho más alto. Me sentía diferente a los que me rodeaban, no sentía que viviésemos en en el mismo planeta. Yo soñaba entre letras, dibujaba historias dentro de mi cabeza, tenía una caja llena de personajes con historias mágicas. Siempre volando, con los pies rozando apenas el suelo. Arrastrando esa rara sensación de no encajar en ningún lugar, buscando siempre un abrazo que me reconfortara del sabor a incomprensión.
La gente transitaba por mi vida dejando sus huellas mientras que yo regalaba partes de mí misma, como si nunca nadie me hubiese explicado cómo funcionan las relaciones, como si me rebelase ante la idea de ser una estación de paso cuyo cartel de bienvenida empieza a oscurecer. Creía que encontraría todas las respuestas cuando fuese mayor. Porque crecer significaba sabiduría y sólo ella haría desaparecer a ese fantasma tramposo que desordenaba mi puzzle una y otra vez. Pero, fueron pasando los años y, a pesar de desconocer menos, no sabía más. Cada nueva derrota me empujaba con la misma fuerza que me hundía. Y un poco más fuerte, pero también más desesperanzada, un poco más hábil, pero más desconfiada, un poco menos ciega, pero más triste, un poco más prudente pero más cobarde, fui reescribiendo lo que significaba para mí crecer. Ya no era tan bonito, con ese matiz especial con que lo tatuaba en mi piel en las noches, imaginando el nombre de la persona que abrazaría al dormir, el color de las paredes de mi habitación, el perfume de mi coche, la canción que cantaría en las ciudades y países que descubriría en mis viajes. Fueron pasando al olvido mis viejos sueños, al mismo tiempo que la realidad se fue llevando a las personas que amaba, me seguía sintiendo extraña envuelta en conversaciones en otros idiomas, tomaba dosis de verdades que no quería saber y entendía, a fuerza de vivir, que la vida la mayoría de las veces no es justa.
Esas noches, cuando está todo patas arriba, mi cabeza está al revés. Mis pequeños proyectos son tan grandes como antaño y yo tan inexperta como una aprendiz en el juego. Pero he crecido. Estoy llena de cicatrices. Todo tiene un precio.

domingo, 13 de octubre de 2013

Otoño que nunca llegas

El frío va llegando, poco a poco, aunque aún no puedo desempolvar el abrigo y la bufanda. Últimamente el tiempo pasa muy rápido, tanto, que tengo la impresión de no disfrutarlo como me gustaría. Los inicios son extraños y confusos. Los horarios no terminan de cuadrar, las rutinas no ruedan, hay algo dentro de mí que no está bien asentado. Voy ordenándome, organizándome las horas, huyendo de esos segundos con sabor a derrota y nostalgia, esquivando al miedo cuando me mira con sus cuencas vacías. Voy respirando, a veces lloro con algunas canciones o con cosas absurdas que me emocionan. Voy conociendo, a la par que desconozco lo que debí haber aprendido. Se me agolpan los proyectos, mi boca no puede abrirse más para morder el mundo como quiero. Abarcar, abarcarlo todo con un abrazo enorme sin que duelan las articulaciones ni mañana tenga agujetas. Aunque, pensándolo bien, no es un mal precio si cuando apago la luz de la mesita y suspiro porque ya hay que despedirse del día, sonrío. Y sí, ya no duele tanto. Escuece, a veces un pellizco, otras una bofetada. La gente sigue viviendo, en sus minucias, fantasías, miserias y complejidades. La gente sigue debatiendo sobre la cadena perpetua a asesinos, dineros y crisis sin oportunidades, realities sin karma, comidas y dietas. Me siento una extraña con cosas raras en la cabeza, ilusiones que son sólo mías, manías, excentricidades. Pero la gente sigue viviendo y yo que me faltan manos y pies para correr sin ahogarme. Y yo que siento como me devora la noche y me fugo con la poesía a mi propio desorden. 

domingo, 6 de octubre de 2013

Reflexiones nocturnas

Recuerdo cómo me rompieron el corazón la primera vez. Era muy niña y me declaré a un chico. Recuerdo que me abrazó susurrándome que era una gran amiga para él. Aún hoy verle me hace cosquillas, a pesar de los años y los kilos, sigue teniendo la sonrisa más bonita que he visto. Mi corazón se preparó para el siguiente golpe, que fue bastante inesperado. Era mi amigo de toda la vida, le quería con una mezcla de cariño de hermano y amor adolescente; igual leíamos ávidos el mismo libro encerrados en una buhardilla que jugábamos a hacernos trastadas en el sofá compartiendo sensaciones extrañas. Fue alejándose poquito a poco mientras yo me sentía culpable de no saber cómo pedirle que se quedara a mi lado. Me dijeron que yo no le caía muy bien a su novia. En realidad lo que yo sentí fue que él no me apreciaba tanto a mí. El siguiente impacto creí que sería mortal. Una herida honda e insuperable. Creo que fue la primera vez que me desdibujé en el espejo, porque me había fundido tanto dentro de alguien, que no podía verme sin nadie a mi lado. Sentí morir durante meses. Todo se había quedado como suspendido en el vacío inmenso del desazón, y el dolor era tan palpable que fui quedándome en los huesos, en la carne y en el alma. Volvió la culpa, mi antigua enemiga. Las dudas y las pesadillas me acechaban. "¿Qué he hecho mal?", me repetía como una nana de terror. Y mientras más me enredaba en lo oscuro, más caía, hasta que caí del todo, toqué el fondo del océano y me quedé sin aire. No sé cómo pero escuché voces y emergí con la fuerza sobrehumana que sólo te da el amor, no importa a quién. Me aficioné a correr de un lado para otro, siempre ocupada para que se hiciese más liviano el peso de mis recuerdos. Era feliz, pero muchas noches me sentía desolada. Me visitaban los fantasmas y yo escribía intentando ahuyentarlos. Supongo que hubiese seguido navegando hacia buen puerto si no hubiese llegado él. Lo pinté todo de colores brillantes, fue como abrir las ventanas y arrancar las cortinas. Era tan bonito flotar en esa hermosa sensación de que has encontrado a una persona con la que quieres despertar todas las mañanas de tu vida... Pero, olvidé los clarososcuros. Nada es perfecto y lo entregué todo demasiado deprisa. Mas, por una vez, no me arrepentí, y cuando llegó la rotura, casi suspiré de alivio. Porque ya conocía esa sensación agridulce de quemarte y convertirte en cenizas. Suspendida en el aire, contemplé mis sueños. Lloré mucho, estaba muy enfadada. No sé con quién. Miento. Conmigo. Estaba enfadada por haberme dejado herir otra vez. Por no haberme protegido lo suficiente. Estaba muy enfadada, y tremendamente triste. Tan triste que no podía hablar, que no podía gritar ni pedir ayuda. Todo rodaba de mal en peor y yo era una espectadora atónita de las vueltas de la vida. Como un día tienes el mundo en tus manos y, un instante más tarde, tu mano huele a ayer.
Podía haberme quedado así, observando mis heridas mientras la vida pasaba. Pero, por suerte, soy, paradójicamente, demasiado afortunada. Así que el destino decidió ayudarme por su cuenta y dejarme crecer, acercándome a sueños que yo sentía que eran demasiado grandes para mí. A sueños donde ahora vivo, que son mi casa y mi alimento.
Todo ocurre por algo. Por algo bueno, voy a pensar siempre. Y, aunque duela, ya no duele tanto. Y, aunque cueste, ya no cuesta tanto. Y, aunque quiera, ya no quiero tanto. Y, aunque tenga miedo, ya no temo tanto. A pequeños pasos, voy caminando.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Comerse el mundo

Últimamente estoy leyendo con avidez todo lo que cae en mis manos. No es de extrañar. "Estoy de exámenes" y esa es la excusa perfecta para evitar el contacto con los apuntes. 
Septiembre está siendo el mes de los reencuentros, en este caso, con una de mis escritoras predilectas, la gran Rosa Montero. Después de vivir emocionada grandes momentos de reflexión de la mano de La ridícula idea de no volver a verte, me topé en casa de un familiar con Lágrimas en la lluvia. No dudé en pedirlo prestado, su argumento futurista me atrapó desde que leí la sinopsis. 
¿De qué trata el libro? 2109, Madrid, Estados Unidos de la Tierra. Después de numerosos cambios, la Tierra vive dividida en dos razas: humanos y tecnohumanos o replicantes. Los replicantes son unos seres que en principio fueron creados con objetivos claros, como combate o cálculo. Viven no más de 10 años, tras lo cual mueren. Bruna Husky es nuestra protagonista, una rep de profesión detective. Cuando su vecina trata de asesinarla, se ve metida dentro de una ola de suicidios y atentados de mano de su propia especie. Comenzará una investigación hacia el núcleo de lo que ocurre...
Reconozco que tengo debilidad por los libros utópicos, estilo 1984 o Un mundo feliz. Esas imágenes futuristas de nosotros mismos me hace plantearme hacia dónde vamos y si todos los avances tecnológicos no son más que un arma de doble filo, que mal utilizadas pueden hacer mucho daño. 
Rosa Montero no me ha decepcionado en este volumen que, según he leído, puede tener continuación. No me extraña, es un libro que te engancha sobre todo por la historia personal de la protagonista, una androide nada convencional. Compleja y profunda, Bruna nos hace reflexionar acerca del tiempo que vivimos, de nuestro pasado y de cómo los vínculos de nuestro presente pueden hacer que valga la pena ese futuro incierto que es la vida. Los personajes que se suceden a lo largo del libro transmiten emociones muy diversas, desde los "bichos" (extraterrestres venidos de otros planetas) hasta los propios humanos, mezcla de modernas cirugías e inquietantes borrados de memoria. 
He descubierto navegando por la web que han hecho comic el libro y puede ser interesante esa panorámica visual del libro. Investigaré pero por lo pronto os dejo una imagen. 
La faceta de articulista de Rosa Montero tampoco deja indiferente a nadie y hoy, emocionada tras leer su nuevo artículo, lo comparto aquí. Habla de superación a través de la vida de Alejandro Arévalo, este ganador paraolímpico que sonríe en la foto con sus medallas y, de cómo conocer las historias de otros nos ayudan a darnos cuenta de lo afortunados que somos y de cómo podemos comernos el mundo, si queremos. 




jueves, 12 de septiembre de 2013

Muere otro día


Una vez dije a alguien que amé, que mi cuerpo había vuelto a la vida, resucitando de entre los muertos, al estar enredado en el suyo. Así lo sentí, lo sintió toda mi piel, creyendo que sería tan eterna como el infinito. Expandiéndome, agitándome, abrazando. A veces creo que regalo las palabras con demasiada facilidad. Con generosidad, sin pensarlo dos veces. Como un beso que llevas mucho tiempo anhelando y ya no puedes sostener. Rápido, fugaz, intenso, efímero. Más, siempre buscando algo más, como una droga difícil de conseguir que cuando llega a ti te esclaviza. La pasión es una amante rencorosa, que te llena de heridas cuando se marcha, porque aprisiona tus muñecas. Y tira. Tira fuerte. Te arrastra con furia. 
Pero, contaré un secreto. He aprendido a domarla. Ya no será necesario morir, sólo me dejaré dormir un rato porque lo mejor siguen siendo los buenos días. 

lunes, 9 de septiembre de 2013

Efímero

Mi amiga Sara me recomendó Bajo la misma estrella de Joan Green y, como aparte de una gran persona tiene un excelente gusto, agarré el libro en cuanto me lo prestó con muchas ganas. Debo admitir que teniendo un examen en menos de 48 horas, quizá habría sido más sensato esperar y digerir los textos de Freud que están esperándome. Pero, últimamente no me gusta ser tan responsable, sigo en una burbuja desde que mis sueños comienzan a hacerse realidad.
Siguiendo con mi historia...llevo una gran racha de buenos libros, pero buenos de verdad, de esos que no te dejan indiferente y que, cuando los acabas, te dejan como en stand-by un buen rato, dándole vueltas a algo que se mete en tu piel para siempre.
Bajo la misma estrella cuenta cómo se cruzan las vidas de Hazel y Augustus en un grupo de apoyo para jóvenes con cáncer. No soy de contar mucho de los libros, así que no destriparé demasiado, lo dejo a vuestra elección. Sólo decir que lo he devorado en menos de dos días, por su sencillez y su cercanía. A pesar de que habla de algo durísimo e injusto como es el cáncer, no hay dramatismo innecesario, ni paternalismos ni flagelamientos. Aún así, me tuvo veinte minutos llorando (aunque eso no es un dato muy significativo porque soy una llorona sin remedio).  Habla de amor, vida y muerte. Podemos resumirlo en que habla de la vida, porque al fin y al cabo, todo entra ahí.
Me pregunto por qué desperdiciamos tanto nuestro tiempo, en errores circulares que nos hacen tropezar una y otra vez sin dejarnos avanzar. Supongo que a fuerza de golpes nos calan las lecciones que están dentro de las personas y los hechos. Todo es efímero, pero eso lo hace más bello.

Algunas citas

Sin dolor, ¿cómo conoceríamos el placer?

Mientras leía, sentí que me enamoraba de él como cuando estás quedándote dormida: primero lentamente, y de repente de golpe. 

Hay infinitos más grandes que otros. Me fastidia que mi serie infinita sea tan breve. Pero no puedo expresar lo mucho que agradezco nuestro pequeño infinito. No lo cambiaría por el mundo entero. Me has dado una eternidad en estos días contados, y te doy las gracias. 

sábado, 31 de agosto de 2013

Reinventarse


Me pasé la mitad de mi infancia entre libros. Lo recuerdo con tanta dulzura, que aún ahora cuando vuelvo a ver mi colección del barco de vapor, los libros de tapas gastadas, los clásicos de siempre...me emociono y me late la vena de animadora a la lectura que seguro que me ha regalado más que un rótulo de rarita. Pero bueno, supongo que en esta madurez pausada, ya no me importa tanto lo que los demás piensen de mí aunque, sin embargo, es crucial lo que yo misma crea.
He estado tres meses sin leer ni un solo libro, curiosamente, ha coincidido con un período apasionado y agitado de mi historia, así que tenía que recuperar el tiempo perdido. Por eso vengo a hablados de dos libros magníficos que he tenido el placer de encontrar y me han ayudado a reinventarme porque, como dice Rosa Montero, "La recuperación no existe: no es posible volver a ser quien eras. Existe la reinvención".

Brújulas para buscar sonrisas perdidas de Albert Espinosa
Conocí a Albert Espinosa cuando una buena amiga me recomendó El mundo de los amarillos y me dijo, "tú eres mi amarilla". Disfruté de aquellas sencillas y sabias enseñanzas en aquel libro maravilloso. Así que, con ese maravilloso título, no pude resistirme a indagar en su nuevo libro. No soy muy amiga de largas descripciones, me gusta que cada persona descubra el libro por sí mismo, así que no me extenderé en la sinopsis. Decir que cuenta la historia de un hombre que, con la reciente pérdida de su mujer, debe cuidar a su padre enfermo que es preso de una doble enfermedad. En este viaje (porque todos los crecimientos personales no son más que viajes emocionales a nuestras raíces y nuestras heridas más profundas), el protagonista se encontrará con todos los fantasmas de su pasado y las incertidumbres de su futuro.
La muerte y los traumas infantiles tienen un peso muy importante en el desarrollo de la lectura. Todo tejido con tiento y poesía, porque el autor tiene un talento especial para poner títulos que te hacen soñar con tan solo leerlos. Además de un centenar de citas reflexivas que no te dejan impasible. Personalmente me quedo con las citas de un conserje filósofo, que os transcribo:

"¿Y si los que mueren han descubierto una verdad? Una verdad sobre el amor, sobre la amistad, sobre ellos, y nosotros somos ignorantes. Quizá es ese el sentido de esta vida, todos somos ignorantes que ignoramos cosas diferentes hasta que desaparecemos. El conocer la verdad nos permite marchar. ¿No podría ser así? A."



La ridícula idea de no volver a verte de Rosa Montero
Admito que mi sentimiento romántico me condicionó al leer el título del libro. Sigo siendo masoquista por mucho que me propongo progresar. También tengo otra debilidad...todo lo que escribe Rosa Montero. Desde que leí La hija del caníbal he devorado todo lo que ha salido de sus manos y, aunque publicó antes otro libro, no tenía ganas de demasiado futurismo. Empecé este libro, lo reconozco, sin ninguna idea de dónde me estaba metiendo y no pude más que sorprenderme cuando entendí que estaba adentrándome en una biografía muy personal sobre Marie Curie, la gran científica, premio Nobel y mujer extraordinaria de la Historia.
Lo cierto es que he bebido, literalmente, este libro, porque está escrito de tal manera que las vivencias de la autora se van mezclando con la propia historia de Marie, creando una mezcla perfecta. Ahora que lo he acabado, muero de ganas por leer más sobre la científica, y, aunque parezca raro, más biografías. Saber sobre otras vidas creo que te ayuda a darte cuenta de que la tuya no es tan excepcional ni extraña, sino que más bien es mundana e incluso aburrida en muchos de sus capítulos. Pero tuya, al fin y al cabo.
Paradójicamente, este libro habla muchísimo sobre la muerte, ya que si un hecho marcó para siempre a Marie Curie fue la muerte de su esposo y compañero de investigación, Pierre Curie. El libro contiene el diario que Curie escribió tras la muerte accidental y trágica de su esposo. Me ha tocado hasta lo más hondo la sinceridad de esa gran mujer, rota por el dolor y la incertidumbre. Y cómo se sobrepuso a su pérdida y siguió adelante con su vida, porque ella era una mujer muy completa e inteligentísima por sí misma y, si no lo sabía, fue por el machismo de la época y por esa ridícula idea que tenemos las mujeres de que somos tan diferentes a los hombres (que lo somos, no digo que no, pero en algunas temáticas como las habilidades o las capacidades, creo que con esfuerzo, tenemos más semejanzas que diferencias). Rosa Montero tiene una sensibilidad especial, me transmite muchas emociones con todo lo que escribe. En este caso, la autora se mimetiza con la situación que vivió Marie, debido a que ella también perdió a su marido, aunque ella a través de un cáncer. Tiene un párrafo el libro, que me atrapa y que quiero compartir:

"Y es raro porque, aunque pase el tiempo, el dolor de la pérdida, cuando se pone a doler, te sigue pareciendo igual de intenso. Por supuesto que cada vez estás mejor, mucho mejor: se te dispara el dolor con menos frecuencia y puedes recordar a tu muerto sin sufrir. Pero cuando a pena surge y no sabes muy bien por qué lo hace, es la misma laceración, la misma brasa (..) Esto no es algo de lo que nadei habla; quizá sea uno de esos secretos que todos comparten". 

Marie y Pierre recién casados

Me he quedado muy a gusto compartiendo mis descubrimientos. Espero que tengáis oportunidad de darme vuestra opinión y que os toque la fibra, como lo han hecho conmigo. 



jueves, 22 de agosto de 2013

Lentamente

delilahwoolf

Aún estábamos juntos cuando le dije que no había sido capaz de tocar el fondo de la piscina. Le conté que me había dado la sensación de que podría ahogarme, que nadie me ayudaría si no era capaz de alcanzar la superficie. Recuerda esa sensación oprimiéndome cuando intenté impulsarme, esa punzada de angustia. Él vino otro día y, mientras estábamos dentro me dijo que era el momento, "Vamos, nada hacia el fondo. Yo estoy aquí". Me negué en rotundo. Él se enfadó, pero no me importó. No sabía en aquel momento por qué, pero era consciente de que ya no me sentía segura a su lado. Ni tampoco a mi lado. Supongo que estaba decepcionada con los dos. Triste, muy triste, tan triste que no era capaz de darme cuenta de cómo me iba atando a algo que cada vez me laceraba más. 
Hoy sentí una nostalgia ridícula; me enfadé conmigo, con mis emociones cuando vi su fotografía. Maldito corazón masoquista que parece no aprender de todos los golpes. O si lo hace, lo hace muy lentamente. 

jueves, 15 de agosto de 2013

Desorden


Agridulces estos momentos; siento que quiero tocar el fondo de la piscina, pero es muy profunda y yo aún tengo miedo. Las heridas se han curado antes de lo que tenía previsto, era muy grande aquel sabio que aconsejó que lo mejor era huir de las brasas, porque aunque el fuego se hubiese apagado, aún podía quemarte la piel. Lo cierto es que tengo algunos recuerdos que me escuecen cuando algo los trae a mi mente. Algunos duelen mucho más de lo que yo recordaba, quizá porque se ha caído la venda de mis ojos para darme cuenta de lo mal que me he tratado a mí misma por esa necesidad tan acuciante de encajar con alguien que no era para mí. 
Hablaba con una buena amiga, en una noche de confidencias, cómo sentía que esos meses tan intensos me habían dejado marcada, como hacia mucho tiempo nada lo hacía. Quizá hace un mes habría sollozado con ese comentario, ahora sólo me hace esbozar una mueca. 
Hay algo que aún no termina de cuadrar. No sé si es mi cabeza con su maldita manía de entenderlo todo o, mi corazón con su estúpida manía de amar sin reservas ni contención. Cuando te das tanto, eres como una cuerda desenrollada, derramada sobre la tierra, con ansia de tensarse de nuevo. 
Me doy tiempo, creo que es la mejor decisión. El tiempo es un remedio casero para volver a ponerlo todo en orden. Mientras tanto, hora a hora, menos desordenada, más yo. 

jueves, 11 de julio de 2013

Volver a empezar


En un momento lo tienes todo y, sin darte cuenta, soplas demasiado fuerte el diente de león. Todo se va tan rápido como llegó, por sorpresa y dejándote con un sabor agridulce en la boca.
Las heridas no son las mismas después de haberle visto el ojo al huracán antes, pero escuecen por más que quieras convencerte. Pero ya lo decía Jodorowsky, que sean semillas tus errores. Así que toca seguir, poner al vendaval esa buena cara que no te sale, porque el fracaso te llena la lengua y en los ojos no hay lágrimas ni parpadeos, sólo asombro. Asombro por el poder que puedes darle a una persona sobre tu vida,  recelo, porque no eres tan lista y cualquiera puede llegar para enredarte en una red que tú sueñas con llamar amor, incertidumbre, ahora vuelven todas esas dudas sobre qué será de ti y si podrás cuidarte tú sola en la jungla de la vida.

miércoles, 24 de abril de 2013


He perdido la concepción del tiempo. Los días se escurren entre mis dedos, al igual que las horas pasan pesadas, son eternas, cuando no estoy enredada en ti. Porque mi piel con tu piel es como agua, y tus palabras me acarician como la música de tus manos. Porque tu voz se ha convertido en un faro, y ya no queda oscuridad desde que tú me abrazas en las noches. Mi identidad se está acostumbrando a ti aún. Los demás parecen desconocerme, a pesar de que yo me encuentre floreciendo, sonriendo como una niña a todos los pájaros. Y la poesía más absurda encuentra lugar en el fondo de tus ojos. Floto en ese universo paralelo que existe en tus sábanas. Hasta el más insignificante de los detalles, el roce de tu olor, esa barba haciendo cosquillas a mi barbilla e, incluso, las cicatrices de tus batallas anteriores, es para mí el mayor de los descubrimientos, el placer más intenso. 
He perdido el miedo. El ahora es siempre, nuestro tiempo efímero se convierte en huella. Y no vago, fluyo. Y no huyo, me dejo llevar. Porque confío en ti, sin dudas. Porque me lo das todo y sé que te nace darlo sin más. Y el pasado no duele tanto, aunque no lo haya dejado en el olvido. Camino en esta arena cálida, sintiendo el rumor de la quietud. Hasta la palabra más sencilla, un te quiero, un te echo de menos e, incluso, un te necesito, es para mí lo más hermoso que me han dicho, lo más sincero.
Sólo ahora entiendo a Neruda, sí, "Todo lo llenas tú, todo lo ocupas". Y no porque estuviese vacía, ni incompleta, sino porque ahora reboso. 

martes, 16 de abril de 2013

Palabras, tan solo palabras


Somos más frágiles de lo que pensamos aunque, paradójicamente, tampoco creemos tener la fortaleza que demostramos en muchas ocasiones. 
Si conocernos a nosotros mismos supone un verdadero desafío,  pretender conocer al otro como si fuese un libro abierto, es un imposible al que nos obcecamos, movidos por ese empeño telépata y codicioso de saberlo todo del otro. 
Mi mundo está hecho de palabras; desde siempre, me he sentido más cómoda en el mundo de las páginas y las bibliotecas, porque ese cara a cara me hacía sentirme tranquila, segura de que las historias me acompañarían en mis viajes y lo suficientemente completa como para que no me agobiase la idea de la soledad. Abriendo las puertas, he dejado entrar a las personas dentro de mi refugio, aireando las emociones enterradas, fluyendo por un camino incierto, atenazada por los miedos en todo momento. No esperaba que entrara esta corriente de aire, provocando que mi corazón se desordenara, revoloteando las hojas donde estaban escritas mis propias leyes. 
Adaptarse al otro no es sencillo. Comprender qué valor le da a sus palabras. Escuchar lo que no se dice. Ver como extraño lo que los demás ni perciben. Andar de puntillas sobre las heridas, con paciencia acariciar el cristal para no rallarlo, cuidando que nada estalle antes de tiempo. Vigilando las señales. Modulando la voz. Besando despacio, mordiendo con suavidad para que no sangre la piel. 
Somos más frágiles de lo que nos gustaría aunque, ni si quiera nos damos cuenta, cubriéndonos con armaduras para no ser heridos, tapándonos con máscaras para que nadie descubra nuestro dolor. 
Por suerte, me conozco lo suficiente para saber que cuando quiero algo, podré golpearme una y otra vez, pero seguiré intentándolo. Por desgracia, no estoy sola en mi aventura. 
Mi mundo está hecho de palabras, pero ahora, no son sólo mías. Aunque me cueste, intentaré aprender este nuevo idioma, porque sé que vale la pena. 

miércoles, 10 de abril de 2013

Perdiendo el equilibrio


Después de ese abrazo, sentí que volvía a la vida. Quizá su mirada fue sólo el preámbulo. Su voz una caricia del viento en las mejillas. Incluso cómo olía su jersey, fue solo un deseo. Pero cuando me abrazó, yo me abracé a él, sabiendo que estaba metida hasta el cuello. 
No creía tener vértigo, pero desde esta altura las cosas se ven de manera diferente. Supongo que tengo miedo de perderme otra vez. Y cuando digo perderme, es quedarme sin norte ni sur, sin anhelo ni frustración, ser un fantasma errante, sentirme devastada. Ojalá fuera más fácil resistirse; a veces me gustaría ser diferente, menos visceral, menos poética, más fría, capaz de despegarme sin que duela tanto. Sin esa sombra que me susurra que él se irá, y no volverá.  
Anoche me di cuenta de que esto es real. Tan real que me embriaga, que me atonta, que no me deja ver bien. He vuelto a perder el equilibrio, saltando sin más cuando el impulso no me dejaba respirar. No me he caído y, sin embargo, parece que estoy esperando que algo se rompa, que algo salga mal, porque no puede ser que haya llovido algo tan bonito, empapándome a mí. No me lo creo, no. Esta felicidad es tan absurdamente profunda que me asusta, a la par que me encanta. 
Porque esto sabe a ilusión, y yo ya había olvidado lo adictivo que era. 

sábado, 30 de marzo de 2013

Misión Olvido

Pon tu vida en orden primero. Después, llámame. 

Y es que la lluvia me pone nostálgica. Así que ha terminado de aderezar esta Semana Santa que para mí ha sido una penitencia, de recuerdos, de decepciones y de introspección. Misión Olvido se coló a principios de semana en mi Kindle, tras acabar la facilona Lo inevitable del amor de Nuria Roca y Juan del Val.
Acabo de llegar a su última página, maldiciendo mi escaso presupuesto ya que, he deseado volver a páginas concretas, releer pasajes, y, dudo ser capaz de navegar entre los porcentajes que maneja el libro electrónico. Sin más cháchara, ¿por qué hacer una reseña? Soy amante de la lectura desde siempre, pero me contento con recomendar las lecturas que me gustan, dejando que la propia persona se maraville de lo que encuentra. Será que me he sentido tocada por el libro y hoy, necesito contar qué me ha movido.
La historia de Blanca, la protagonista, comienza con un viaje. Su universo particular se ha desmoronado cuando, con la independencia de sus hijos y su trabajo como profesora universitaria, su marido rompe el matrimonio a la vez que se embarca en una relación con otra mujer. Blanca aterriza en Santa Cecilia, California, para sumergirse en la tarea de ordenar los documentos añejos de un viejo profesor. No imagino cómo la ayudará en su propia transformación, encontrarse con el pasado de Andrés Fontana.
En su momento disfruté muchísimo con El tiempo entre costuras, la primera novela de María Dueñas. He de reconocer que he disfrutado aún más de este libro.
Cómo sobreponerse a las heridas, cómo reconciliarse con lo que se teme, cómo no importa lo lejos que huyamos, que siempre habrá que enfrentar a los fantasmas, qué miedo da lanzarse al precipicio, qué fría es la soledad, cuánto cuesta recomponer los pedazos de nosotros mismos una vez que perdemos todo norte y dirección... Misión Olvido habla de todo esto, mezclándolo con misterio e Historia, de una manera dulce y auténtica.
Si tuviese que elegir a un personaje, claramente sería  Daniel Carter, profesor atípico, con esa historia magnífica y ese viaje mítico a la España franquista. Admiro cómo la escritora dibuja a los personajes, profundos y complejos, llenos de significado.
Recomiendo esta lectura con fervor, espero que os remueva como lo ha hecho conmigo.

 Mis años negros, aquellos años terribles en los que fui incapaz de asumir con cordura la realidad. Pero todo pasa, Blanca, todo pasa, créeme. Cuesta lo que no está escrito y nada vuelve a ser nunca lo mismo pero al final, y sé de lo que hablo, llega la reconstrucción. Te vuelves a abrir a la vida, avanzas, progresas. 

lunes, 25 de marzo de 2013

Quizás no te dije


Quizás no te dije que uno de mis sueños es volar. Literalmente, como un pájaro. Puede que lo veas una tontería, pero hay pequeños detalles que son importantes para mí. No niego que, no te haya dejado ver todo lo que hay detrás de mi piel, se llama defensa. Puede que muchas personas lo vean como una cobardía, yo lo he integrado como parte de mí misma. Tejer esta red de palabras invisibles me hace sentir bien. 
Quizás no te dije que cuando quiero a alguien, me encanta compartir mi tiempo. La soledad no me termina de gustar, aunque a ratos la necesite. No significa que no respete los espacios, no tiene nada que ver con la dependencia (al menos patológica). No. Simplemente, es cierto. Los amores en la distancia no me dicen mucho, yo soy de ojos, no de oídos. 
Quizás no te dije que no me gusta sentir que doy mucho más de lo recibo. Es así. Puede que no sea tan altruista. No sé si busco algo de ti, no me planteo que la pragmática sea lo que me acerca a las personas pero, siendo honesta, yo también necesito que me busquen, que me quieran en su vida. A veces siento que todos los pasos los doy yo. 
Quizás no te dije que soy complicada. No utilizaré rara ni especial. Complicada, como la mayoría, pero ya crea un gran abismo entre la simpleza que puedes buscar. Y eso significa, que pienso, siento, sueño, creo, imagino, relaciono, amo, aprendo, sufro, río, deseo y sueño de nuevo. Y a menudo, o todo el tiempo, tengo algo en la mente, otro cosquilleo en el corazón y seguro que mil palabras para intentar explicarlo todo. 
¿Por qué necesito decirte todo esto ahora? Es fácil. Puede que no me conozcas, puede que yo no te conozca. Pero quiero dejarme sentir. Y no puedo hacerlo si no soy sincera con ambos. 
Necesito más de ti. 

sábado, 23 de marzo de 2013

Sensaciones


Y tengo la sensación de estar flotando, dentro de un tiempo circular. Y esa sensación en las manos, de que a mi alrededor, los que quiero se derrumban, y yo sólo puedo estar ahí. Sin más. Y esa sensación, de que el futuro es algo tan grande, tan misterioso, que da tanto miedo, que me alejo y me acerco, bailando una danza narcoléptica. Y esa sensación, de anhelo, de incertidumbre, de deseo (ese que quema tanto), de pavor y pánico, porque te ha costado tanto levantar tus muros, que la idea de abrir ventanas es como tirarte desde el precipicio más alto que encuentres. Y esa sensación, tan maldita, de que hay muchos libros a medio terminar, que esperan el punto y final que no te atreves a escribir. Y esa otra, la que te hace cosquillas en los labios, que te molesta porque no puedes controlarla como quieres. Como tu vida. Como a ti misma. Y esa sensación de asombro, de admiración, de pura belleza, cuando amas lo que haces, y aprendes de todo lo que te roza fingiendo ser casual. Y esa, de plenitud, cuando en tus ojos todo brilla.
Cuando te dejas llevar por las sensaciones, aunque no las comprendas.

sábado, 16 de marzo de 2013

No vendrá nadie a salvarte


Me sobrecogió una emoción indescriptible, mezcla entre dolor, culpa y miedo. Hacía bastante tiempo que no sentía esa huella, creía que las olas se habían llevado los restos de las palabras que tenía escritas en la piel. Pero, me engañaba a mí misma una vez más.
Tengo una amiga que me dijo que las cosas que nos ocurren no son casuales, que siempre tienen un porqué. Así, a menudo, llegan personas a nuestra vida, les abrimos las puertas de nosotros mismos impulsados por esa intuición, a veces errónea, otras acertada, de que esa persona no llega para hacernos daño. Y, con más dificultad por todos esos tortazos que te han ido dando, dejándote las mejillas en carne viva, te vas desnudando, haciéndote más frágil aunque, al mismo tiempo, más fuerte. Todo es simple, cuando queremos que lo sea. Somos nosotros quienes complicamos las relaciones, si no con mentiras, con medias verdades.
Me pregunto qué quiero que vean los demás cuando me ven. ¿Honestidad? ¿Transparencia? ¿Cercanía? ¿Alegría? Quizá quiero que vean lo que quiero ser, asustándome terriblemente cuando sé que, dentro de mí, hay tantas dudas sobre mi calidad personal. Porque decir en voz alta que has sido cobarde, que has engañado a los que te quieren, que has sido infantil y caprichosa, que has sido egoísta e inconsciente, cuesta.
Tremendo es que dentro de este bucle, sólo piense que no vendrá nadie a salvarme de mis fantasmas. Que alejaré a las personas de una u otra manera. Que estoy cansada y abatida. Y que, aunque día a día lleve el optimismo como bandera, sé que esa carga que me abruma, es muy pesada. Pero es mía.

martes, 12 de marzo de 2013

Corre


A veces me pregunto si podría vivir mi vida de otra manera. Sin correr tanto, sin tantas prisas todo el tiempo. En ocasiones, lo deseo. Deseo ser simplemente una estudiante que pasa la tarde en la biblioteca, sin más preocupación que preparar sus exámenes. 
Me conozco relativamente bien. Mi perfeccionismo, mi autoexigencia y mi energía creo que me acompañarán siempre, son una seña de mi identidad. Si cierro los ojos, no hay imaginación que me vea tumbada en el sofá dejando el tiempo correr entre mis dedos. Esa no soy yo. No creo que pueda serlo nunca. 
Aunque, no debería sentirme única; dentro de la espiral de estrés en la que todos estamos sumidos de uno u otro modo, yo soy una más. Sin embargo, aún con las ansias por devorar chocolate y el cansancio alojado tanto en mi mente como entre los hombros, me pregunto, ¿es esto, de verdad, lo que quiero para mí? 

sábado, 9 de marzo de 2013

Compasión

Las lecciones pueden venir de cualquiera, sólo hace falta tener los oídos bien limpios.
Recuerdo que, no hace mucho, cuando mi cabeza había perdido el norte como una brújula loca, me concentraba en la tristeza que  me llenaba, esa que no sabía cómo sacar de mí. Esos días oscuros me enseñaron más que todos los años anteriores juntos. Solo ahora lo sé, cuando me miro con otros ojos. Desde la compasión más sincera hacia aquella asustada criatura que lloraba, porque le habían partido el corazón sin esperarlo. Desde la compasión hacia aquel fantasma que veía como pasaban los días y se infiltraba en la noche, haciendo de su pequeño espacio en la cama, un agujero negro poblado por recuerdos con ojos como pozos. Desde la compasión hacia aquella muñeca que sólo quería que la quisiesen, sin importar el cómo. Desde la compasión hacia la ciega que, sin bastón, caminaba a tientas, sollozando porque temía caerse y herirse más.
Las lecciones pueden venir en cualquier momento, sólo hace falta entender que el dolor es parte de la vida.
Recuerdo como, poco a poco, el tiempo fue llevándose los restos del naufragio y, de entre las nubes, empezó a llegar algún rayo para derretir el témpano de hielo. Y como, dejando los restos de piel en el suelo, sentí la arena en los pies diciéndome que había llegado a ese horizonte del que recelaba.
No volví a jugar con fuego, pensando que no habría pomadas ni hierbas que curasen nuevas heridas.
Las lecciones pueden venir tarde, cuando las olas han derribado tus castillos en la orilla.
Y es que, compasión viene del latín cumpassio, hace alusión al sufrimiento compartido con otro. Pero,  el verbo latino passio procede del término griego pathos, que hace referencia al sentimiento entendido como drama interior.
Ese drama, tan nuestro, que creemos que nadie entenderá jamás.
Ahora, cuando me buscan personas para compartirme su propio sufrimiento, entiendo, como si fuese una carta marcada, que nada es casual.